Entrevista a Paolo Ubaldelli

Paolo Ubaldelli, vidriero muy orgulloso de ser padre. Viene en el barrio San Marciano, L’Aquila.

¿ Por qué has hecho un aprendizaje como vidriero?

Bueno, la verdad es que en mi trabajo, cuando empezé yo, no había aprendizaje. Me quedé sin trabajo a los 16 años. Trabajaba en una quesería tradicional. ¡Hacía tantas mozzarellas que hubiera conseguido engordar a cualquiera! Como no pude seguir estudiando y ya había empezado a trabajar a tiempo completo, busqué y entonces me dijeron unos amigos que habìa un taller y allí pedí trabajo. Lo apredí todo con el tiempo y la práctica.

¿Trabajas allí desde entonces, ¿ cómo es tu día típico?

Pues aunque les sorprenda a muchos, mi trabajo es de lo más rápido. Me despierto temprano porque tengo que pasear a mi perrita Sara, luego llevo a mi hija a la Universidad y a las ocho y treinta ya estoy en mi taller, y casi siempre tengo hasta tiempo para volver a casa a almorzar y luego volver al taller en una hora como mucho. Cuando salgo a las seis y media recojo a mi princesa y vuelvo a casa a limpiar y cocinar.

¿Dijiste que tu trabajo es muy rápido, ¿ podrías explicarme más a detalle como funciona?

Bueno, como yo soy básicamente un trabajador en mi taller, mi jefe suele contestar el teléfono, y luego me dice quién me encarga que, y si a veces necesito más detalles, tengo la libertad de llamar al cliente yo mismo. Lo demás es fácil. Voy al sitio, tomo las medidas y luego saco mi trabajo. Hay que trabajar el vidrio muuuuy de prisa si queres que salga bien. Ciertas veces necesito ayuda solo para transportar la obra. Como con los espejos grandes o vidrieras.

¿ Hay aspectos de tu trabao que no te gusten?

Si hay, y es uno y sencillo: esperar. Ciertas veces me paso horas en el taller sin hacer nada de nada porque la gente no llama. Después del terremoto ha habido gente que por rachas llamaba para que yo les hiciera ventanas, espejos y cada tipo de producto, pero eran realmente rachas: a veces trabajaba meses y luego por meses me quedaba allí plantado hablando con mi aburridísimo jefe, que solo de su aburridísima mujer sabe hablar.

¿ te gustaría tener tu propio taller, o hasta una empresa?

¡Que va! Yo al gobierno no daría tantos impuestos como los que pide. Hoy en día quien más tiene más paga, y quien menos tiene casi igual que los ricos paga. Así que aunque siempre me hayan pagado poco, prefiero seguir trabajando como trabajador, porque así me siento hasta mas mi propio jefe, que si trabajara en mi propio taller. Y después de todo: ¿ dirías tú que no lo hago todo yo?

¿ estás satisfecho entonces con tu trabajo?

Sí. Si pudiera volver atrás hubiera hecho lo mismo, y sé que mucha gente no tiene la fortuna de poder decirlo. Mi mayor orgullo, a parte de mi hija Beatrice, es haber podido dar a mi ciudad lo que mejor se me da: en los últimos meses me han llamado las parroquias de las iglesias de la ciudad para un trabajo que nunca he sabido que era capaz de hacer: restauraciones. Como sabes, casi todas las iglesias de la ciudad están aún por restaurar ¡ y las de vidrieras que hay!! Hago este trabajo desde hace ya 27 años y nunca se me ocurriò buscar por vidrieras en una iglesia. He podido trabajar con las vidrieras de San Bernardino, Santa Maria di Collemaggio, la iglesia de Arischia, San Silvestro e San Pietro. Tenía que usar la tecnica con el plomo y muchos cristales rotos tenían que mantenerse originales, así que mi jefe tuvo que comprar por internet una resina alemana especial. Eso si me llevò tiempo, ¡hasta meses!

Es un honor para mí no tanto poder decir que mis manos han hecho fisicamente las obras, sino poder decir que he reconstruido algo del alma de nuestra hermosa ciudad.
E. C.


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